En medio de un mundo occidental dominado por la tiranía de los mercados financieros, los países denominados “civilizados” se retuercen por salir de una crisis monetaria que amenaza los cimientos del capitalismo más fiero. Mientras en la sempiterna “otra orilla” del mundo, los niños sencillamente se están muriendo de hambre.
La ONU ha hecho pública una terrible noticia y, por primera vez desde el inicio de la década de los noventa, ha declarado oficialmente la HAMBRUNA -y creo que hay que escribirlo con mayúsculas, a ver si gritándolo nos enteramos- en el Cuerno de África.
A la cabeza se me vienen imágenes del pasado, cuando miles de niños etíopes morían como chinches por la falta de alimentos, mientras centenares de moscas voraces parecían ser los únicos seres vivos capaces de “mirar” a los ojos de esos pequeños, impávidos y resignados ante la mayor muestra de pasividad y deslealtad del resto de la mal llamada Humanidad.
Entonces las noticias se conocían principalmente, a la hora del almuerzo, a través de las televisiones de la mayoría de los hogares del norte, en los que las familias de bien y buen corazón, nos sentábamos amorosamente en torno a una mesa para derrochar toneladas de comida, mientras lamentábamos “amargamente” el destino de esos pobres chiquillos.
No tantos años después, pero sí en un siglo que se presupone futurista y avanzado, en el que el Hombre está más capacitado que nunca -aunque no sepamos muy bien para qué- y nos sentimos tan “unidos” para afrontar las desgracias, los ataques terroristas, la bajada del Ibex, la subida de los carburantes, la amenaza de las agencias de calificación, la rarísima capacidad de resistencia de Gadafi (que coincide con la oportuna retirada de tropas de Afganistán)… no tantos años después, digo, la imagen se repite.
Tal y como cuentan las crónicas, parece que haya sucedido en apenas unas horas. ¡De pronto los somalíes están muriendo de hambre, una sequía los ha dejado sin nada que darles a sus hijos, 3.000 refugiados pasan diariamente a Kenya en busca de ayuda y la FAO pide dinero ya!
¡Y nosotros preocupándonos por nuestras hipotecas…! Debe ser mi pecaminosa maledicencia la que me incita a murmurar que tal vez -y sólo tal vez- algunos se hayan empeñado en hacernos caer en la cuenta de que los embargos hipotecarios y los desalojos de viviendas son sencillas naderías y que nos atrevemos a quejarnos por vicio, en momentos en que los niños africanos están teniendo la decencia, sencillamente, de morirse.
Ah, por cierto, haceros saber que el Papa ha pedido ayuda para los damnificados por la sequía del Cuerno de África. Haría falta que alguien le dijera que pospusiera sus vacaciones pagadas a España, para pegarse el baño “padre y muy señor mío” (y nunca mejor dicho) en loor de multitudes, y destinara el dinero a esos menesteres.