Tanto los niños menores del año de vida como los que presenten un cuadro de fiebre axilar mayor de 39 grados centígrados, acompañado de escalofríos, dolor intenso de cabeza, vómitos, decaimiento, rigidez de cuello o coloración cutánea anormal que pueda hacer pensar en una infección más grave, son los que requieren más atención del pediatra.
Si el catarro afecta a las vías respiratorias bajas, es decir, a los pulmones, es cuando se puede complicar con más frecuencia.
La bronquitis es una inflamación de los bronquios pulmonares que llega a dificultar la respiración. En ocasiones, esta enfermedad pueden requerir medicación nebulizada para dilatar los bronquios.
La gravedad de la bronquiolitis puede ser difícil de valorar. El pediatra tiene que observar cómo se mueve el tórax del niño, la frecuencia respiratoria y si aparecen ruidos respiratorios extraños.
La forma más fácil de prevenir el catarro consiste en evitar que los virus lleguen a los más pequeños. Para ello debemos:
- Lavarnos las manos siempre que vayamos a tocar a un bebé.
- Mantener limpias sus manos y los juguetes para impedir la transmisión de virus cuando juegan con otros niños.
- No poner en contacto a los pequeños con personas acatarradas y, si no fuera posible, hacer que éstas usen mascarillas para filtrar el aire.
- Ventilar las habitaciones de la casa para impedir la transmisión de los virus de las secreciones disueltas en el aire.
- Evitar los cambios muy bruscos de temperatura.
- Humidificar el aire; para esto es útil que el niño respire a través de una bufanda.
Imagen: detusalud
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