Y es que el niño, nada más nacer, reacciona llorando a la mayoría de los estímulos: dolor, sueño, hambre, sed… apenas es capaz de realizar espontáneamente movimientos; pero, poco a poco, va a ir adquiriendo nuevas habilidades.
Se llama plasticidad neuronal a la capacidad que tiene el cerebro de remodelarse y de adaptarse ante estímulos variados y, si bien éste órgano es muy dinámico durante toda la vida, va perdiendo progresivamente esta capacidad.
A diferencia del adulto, el cerebro del niño tiene mayor facilidad para crear nuevas sinapsis, o uniones entre neuronas, y esta plasticidad es una de las razones por las que el aprendizaje será mucho más sencillo durante la infancia.
Por este motivo, los dos primeros años de vida de un niño serán primordiales para el buen desarrollo posterior.
Por ejemplo, en un niño nacido de forma prematura, el desarrollo de su cerebro no va a poder ser completado en el medio ideal, el útero materno, pero, poco a poco, su cerebro conseguirá llegar a desarrollarse de forma completa; y, posteriormente, ya podemos compararlo con aquellos que nacieron a término.
Por otra parte, los niños infraestimulados (nacidos en ambientes hostiles, o privados de los estímulos neurosensoriales adecuados, como, por ejemplo, aquellos que han nacido en orfanatos) pueden presentar cierto grado de retraso psicomotor: sus movimientos suelen ser poco espontáneos, sus juegos están poco desarrollados para su edad y tienen frecuentes reacciones de excesiva ansiedad o de temor ante situaciones nuevas.
Afortunadamente, tras un cambio a tiempo de las condiciones ambientales, el cerebro de estos niños puede adaptarse y conseguir un desarrollo normal.
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