Las familias tienen un importantísimo papel que jugar en la educación sexual de sus hijos; siendo los padres las principales figuras referenciales en cuanto a valores, creencias y actitudes en torno a la sexualidad, según los diferentes momentos de la vida.
Las familias, aunque a veces no sean muy conscientes de lo que están haciendo, ya imparten educación sexual al transmitir modelos, ideas y valores sobre la sexualidad; formando parte, esta educación sexual, de las formas de comunicación y educación que se dan en la familia.
Por lo tanto, la primera conclusión que debemos extraer de la educación sexual es que no empieza cuando tenemos que hablar al niño del desarrollo de los genitales masculinos y femeninos, de la primera excitación, de las relaciones sexuales, etcétera, sino que ya mucho antes, desde la primera infancia, hacemos educación sexual cuando nuestros hijos e hijas ven las expresiones de afecto en casa o cuando no las ven, cuando hacemos valoraciones de determinadas conductas sexuales, cuando respondemos o no a ciertas preguntas, cuando hacemos juicios de valor referidos a la cualidad de hombre y de mujer o cuando respetamos las diversidades y las diferencias individuales a la hora de vivir la sexualidad.
El entorno familiar va tejiendo, poco a poco, un sustrato del que se nutrirá la sexualidad del niño, perfilando unos roles determinados.
En que el proceso de identificación con las personas del mismo sexo y la construcción de algunos roles se realizan básicamente en el entorno familiar; y que, por ejemplo, a los dos años, los niños ya tienen algunos comportamientos tipificados respecto a preferencias por objetos y juegos; siendo a los tres años cuando la tipificación es tan intensa que rechazan los juegos del otro sexo.
Se puede confirmar, por lo tanto, que a esta edad han asimilado perfectamente aquello que la cultura del entorno familiar les ha ido proponiendo e imponiendo.
Educación sexual no resulta – Educación sexual: Mecanismos de identificación
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