¿Tu hijo a veces se queda privado? ¿Con un llanto desgarrador en el que parece que se queda sin aire? Tranquila, es algo bastante frecuente y que se denomina espasmo del sollozo. Y la mejor forma de saber actuar -y aprender a prevenirlo- es conocer qué es y por qué se produce.
Son episodios, típicos en niños de entre seis meses y dos años de edad, en los que en el contexto de un llanto se quedan sin respiración durante unos instantes. Pueden suceder hasta los cuatro o los cinco años, pero a partir de esa edad deberían ser excepcionales.
Parece que su origen reside en una falta de maduración del sistema nervioso, de forma que durante el llanto el niño hace una espiración forzada y deja de respirar durante unos instantes. Lo normal es que haya antecedentes de espasmos en el sollozo, por lo que cuando se le pregunta a las abuelas, suelen responder que la madre o el padre del pequeño también solía hacerlos de pequeño.
Un momento angustioso…
En los denominados simples o comunes suele suceder que, en el contexto e un episodio de enfado o llanto, el niño hace una espiración profunda y se queda sin respiración durante unos segundos, de forma que incluso llega a adoptar un color azulado de la piel (que se llama cianosis, en términos médicos). Este momento es el que suele ser descrito por los padres como que “el niño se ha quedado privado”.
Suele durar unos segundos, pero suele parecer bastante más largo porque puede llegar a angustiar mucho a quienes lo presencian. Es más, durante ese tiempo es posible que el niño incluso presente algunos movimientos que pueden confundirse con convulsiones, pero que suelen ser sacudidas sin más. Lo que no suele suceder es que el niño pierda el conocimiento. Tras esos segundos, el niño vuelve a respirar sin repercusión alguna.
… Pero benigno
Es frecuente que el episodio se repita, normalmente en el contexto de nuevos llantos o rabietas, pero en general suele ser benigno, salvo en una modalidad que no es habitual y que sí puede ser más grave. En ella, el niño suele presentar el episodio tras un susto o un episodio de estrés, y en vez de ponerse cianótico (de color azulado) su piel adquiere un color blanco o pálido. Aquí sí puede llegar a perder el conocimiento e incluso presentar movimientos más parecidos a los de las convulsiones.
Estos casos, por fortuna, son muy poco frecuentes, pero en caso de suceder (color pálido y pérdida de conocimiento) hay que acudir a un servicio de urgencias sin demora. Y en todos los casos, parezcan leves o no, consultar al pediatra para que este pueda distinguir los espasmos típicos de los no tan habituales.
Durante un espasmo del sollozo lo que tenemos que hacer es vigilar al niño, atenderle, pero sin darle excesiva importancia ni magnificar la situación. Por eso se suele recomendar ignorar relativamente los cuadros para que el niño no los use como un método para obtener lo que quiere.
¿Por qué hay que consultar al pediatra?
El pediatra se apoya en la historia clínica, los antecedentes y en la exploración del niño para determinar si esos espasmos son de los habituales. Y es que en algunas ocasiones (pocas, por suerte) puede que sea necesario descartar ciertos tipos de epilepsia, por lo que es importante relatar de forma objetiva los episodios y la información que requiera el pediatra: sin ocultar nada, pero tampoco exagerando los episodios con el fin de que al niño se le hagan las pruebas.
Y es que a veces puede que el niño necesite la realización de algunas pruebas como analítica, un electrocardiograma o un electroencefalograma para determinar si esos espasmos son reflejos de algo más grave. Pero eso se establece en función de los hallazgos del pediatra, y por eso hay que ser lo más objetivo posible con los datos.
Desaparecen con la edad
Los espasmos del sollozo tienden a desaparecer con la edad (antes de los dos o tres años). El mayor problema de estos episodios es que el niño aprenda a utilizarlos como arma para conseguir cosas, por lo que se suele recomendar no sobreproteger al niño ni darle todos los caprichos para que no aprenda a utilizar las rabietas como forma de demandar la atención.
En los casos más exagerados, el pediatra puede plantear tratamiento con ansiolíticos u otros medicamentos, pero estos fármacos adolecen de efectos secundarios, por lo que se usan solo en casos de riesgo de asfixia, los cuales, por fortuna, suelen ser muy poco habituales.
Fotos | memekode; Bridget Coila