Ha pasado lo que tenía que pasar, ante la pasividad del Gobierno japonés, de la Compañía Eléctrica de Tokyo (TEPCO) -responsable de la central nuclear de Fukushima- y del resto de gobiernos del mundo. Entre 6 y 16 años tienen los niños y niñas a quienes se les practicaron análisis de orina para detectar, el pasado mes de mayo, si tenían rastro de raciactividad interna. El control se ha practicado a 10 pequeños y el 100% de las pruebas ha dado positivo.
Ahora todo el mundo parece sorprendido y todos nos escandalizamos por unas consecuencias que se veían venir desde el primer momento del accidente nuclear, ocurrido por el terremoto del pasado 11 de marzo, y que se ha venido confirmando a través de todas las noticias que se publicaban.
De hecho esta misma semana se anunciaba que también se habían encontrado restos de radiación en las aguas del lecho marino próximo a la central nuclear. Sin embargo, las palabras de TEPCO han sonado más punzantes que nunca al pedir perdón a sus accionistas por las ¡”molestias”! ocasionadas por Fukushima.
Los niños contaminados han sido analizados por civiles japoneses y por la Asociación Acro, una ONG francesa que se dedica a medir la radiactividad. Tras los resultados obtenidos, los responsables de la analítica han denunciado los datos ante la prensa, comunicando que todos los niños han dado positivo en pequeñas cantidades de Cesio-134 y Cesio-137, presentes en su orina.
Con estos resultados se pone el dedo sobre la llaga al demostrar que los niños han estado expuestos a radiación interna y, aunque por la cifra no resulte un riesgo inmediato para la salud, esos dos isótopos poseen una vida media de 2 y 30 años, con las posibles consecuencias contaminantes para el medio ambiente y los alimentos.
Desde luego y como resulta previsible, aún sin muchos conocimientos sobre la cuestión, el tema del escape de Fukushima va a tener importantes consecuencias en un mundo globalizado que no podrá comprobar la realidad hasta dentro de algunos años.