Ya hemos comentado algunas cosas sobre el líquido amniótico, en concreto hablábamos sobre la insuficiencia de fluido durante el embarazo, conocida como Oligohidramnios. Hoy dedicaremos nuestro espacio a la alteración contraria, cuando el líquido amniótico resulta excesivo.
Comentamos que como máximo, el saco amniótico debe tener 2.000 ml de líquido. Si la cantidad sobrepasa esa cifra, podremos hablar de Polihidramnios y se da en un 1% de las mujeres embarazadas, si bien en casi 2/3 de ellas se desconocen las causas que lo provocan.
Aún así, se sabe que el aumento de la cantidad de líquido amniótico está relacionado en otros casos con diabetes mellitus, por parte de la mamá; defectos congénitos del feto, vinculados por lo general al tracto digestivo o al sistema nervioso central y que impiden al futuro bebé tragar con normalidad; intolerancia del factor Rh; embarazos múltiples; infección fetal adquirida durante el embarazo…
Cuando se detecta el polihidramnios, el médico realizará examen ecográfico para descartar defectos congénitos o síndrome de transfusión fetal; éste último se produce en embarazos múltiples, cuando uno de los fetos recibe un exceso de flujo sanguíneo y al otro apenas le llega nada.
También resulta conveniente el análisis del líquido amniótico, a través de una amniocentesis, y un análisis de sangre de la gestante para saber si tiene diabetes.
Las mujeres con polihidramnios leve cerca del final del embarazo, por lo general no suelen precisar tratamiento. En otros casos, al tratar el problema que lo causa -diabetes, problemas del ritmo cardíaco fetal…- también se corrige el exceso de líquido amniótico.
En algunas ocasiones, en que la mamá se encuentra demasiado molesta por el polihidramnios, el médico puede decidir eliminar el exceso o bien con algún medicamento o con drenaje a través de amniocentesis, que habrá que realizar en varias ocasiones.