Las cuestiones de higiene a los 3 0 4 años va mucho más allá de estar limpio o sucio. Ese será el resultado, pero, ahora, además importará más el camino recorrido para llegar ahí. Ya no aprobamos la asignatura de ‘higiene’ en función de lo limpio que tengamos al pequeño; ahora aprobaremos (e incluso sacaremos nota) cuando nuestro hijo aprenda a hacerse cargo de su limpieza personal por sí solo, con nuestra ayuda en determinados momentos, eso sí.
A muchos niños les genera una gran resistencia el asunto ‘lavarse’ lo que sea. Por otro lado, a veces nosotros no nos quedamos tranquilos cuando observamos el poco tiempo que invierte el niño en lavarse las manos. ¿Qué puede hacer solo a esta edad? ¿Cómo enseñárselo? ¿Cómo ayudarl y hasta dónde? En realidad, es mucho más sencillo de lo que parece. Trucos, imaginación, ejemplos y diversión son las claves para transmitir y compartir con nuestros hijos el gusto por la higiene.
Ellos, de hecho, ya hace tiempo que meten las manos bajo el lavabo solos… Aunque a los tres años aún no se las lavan tan a conciencia como marcan los límites de seguridad higiénica. El aprendizaje de esta tarea tiene varios niveles: a los tres años juegan con el agua (pero se van quedando con los momentos y la forma de hacerlo), hacia los cuatro ya se las lavarán bien con su supervisión y recuerdo, y a los cinco lavase las manos puede ser ya un hábito, sin necesidad de supervisión ni recordatorio.
Algunos trucos para conseguirlo son:
Hay que emplearse a fondo: Para que se lo tome en serio, podemos proponerle que lave uno de sus juguetes. Y, de vez en cuando (sobre todo cuando está muy sucio), mostrarle mediante todos esos recovecos de las manos de los que aun no es consciente. ‘¿Te has lavado los dedos?’, le preguntamos mientras los recorremos uno a uno.
Establecermos con mucha claridad los momentos en que hay que hacerlo: antes de comer, después de comer, después de ir al baño y jugar…
Repetición y acompañamiento: seremos constantes y lo repetiremos cada día, cada vez, lavándonos las manos con ellos. Aprenden más por imitación que con cualquier discurso sobre higiene. A los tres años aún tenemos que ayudarle a secarse las manos.
Le facilitaremos la tarea, por ejemplo, con un banquito para que llegue al lavabo y poniendo una toalla a su alcance.
Lo convertiremos en un momento agradable y una experiencia físicamente placentera. Por ejemplo, utilizaremos un jabón de buen olor y alabaremos después lo limpias y suaves que han quedado sus manos y lo bien que huelen. ¡A fresa!