La infección urinaria constituye un importante motivo de consulta médica en la infancia, tanto a nivel de atención primaria como en el ámbito hospitalario. De hecho, por su frecuencia, ocupar el tercer lugar, tras las infecciones de vías respiratorias y las infecciones gastrointestinales.
Pero, además de ser habitual, hay otros dos motivos por los que merece una atención especial: por un lado pueden constituir infecciones potencialmente graves, pero además pueden condicionar a largo plazo la funcionalidad de los riñones. Por todo ello es importante realizar un diagnóstico certero precoz, instaurar un tratamiento eficaz y evitar, en lo posible, tanto futuras infecciones urinarias como el daño renal irreversible derivado de ellas.
Clásicamente se distinguen dos tipos de infecciones urinarias: las que afectan la uretra y a la vejiga y las que afectan a los riñones. A las primeras, también se les llama infecciones urinarias de vías bajas y en ellas los síntomas que predominan son los relacionados con las molestias urinarias. Cuando la infección afecta a los riñones, se conoce con el nombre de pielonefritis aguda, y se manifista con fiebre con tiritona y dolor en el costado. Esta distinción es útil para describir los síntomas característicos de cada localización, pero en muchas ocasiones se ve afectado tanto el riñón como las vías urinarias.
La detección de anomalías renales en la ecografía fetal obliga a la realización de estudios radiológicos tras el nacimiento. Aunque en la mayor parte de las ocasiones se tratará de alteraciones poco importantes, el adecuado tratamiento en los casos indicados puede evitar daño renal irreversible.
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Infecciones urinarias a raya II