La bicicleta es un elemento que no suele faltar en los hogares de las familias donde hay niños, y es que, ir sobre ruedas es algo que les encanta a los peques, y si puede ser en compañía de papá o mamá mejor que mejor.
Después de haber elegido una bici adecuada para la edad del niño, y habiendo decidido que ha llegado el momento de aprender a montar sin la ayuda de los “queridos” ruedines, llega el momento tan esperado por unos y tan temido por otros, es decir, el momento de quitarlos y lanzarse al mundo sobre las dos ruedas.
Cada niño tomará ese momento de diferente forma, y mientras que uno aprenderán como por arte magia (motivados por la idea de hacerse mayor, por sentir la libertad e independencia que supone esto, o por cualquier otra razón), otros sentirán pavor de hacerlo por miedo a las caídas.
Antes de nada, hay que decir que no hay que obligar al niño, aunque sí animarlo ofreciéndole argumentos que llamen su atención y les hagan sentir que realmente es algo realmente divertido. No hay que caer en el error de decirles que no se van a caer y que no se van a hacer daño, porque si esto ocurre después, lo más probable es que se lo echen en cara a los padres y desconfíen de lo que los adultos le dicen en el futuro.
No hay una edad idónea para que un niño aprenda a montar en bici sin la ayuda de los ruedines. Serán ellos los que marquen el momento y los que digan que quieren hacerlo, por tanto no hay que agobiarlos, pero tampoco dejarlo pasar (como decíamos con un poco de mano izquierda seguro que les termina encantando la idea) porque montar en bicicleta es una experiencia que no deben dejar de sentir, además de ser un deporte de lo más saludable para ellos.
Foto obtenida de: betterlivingthroughbeowulf.com.