El diagnóstico del frenillo corto o hipertrófico se realiza mediante el examen clínico. Aunque durante el primer año de la vida del niño la lengua parece estar apoyada en el suelo de la boca, debe explorarse que la movilidad sea normal.
En recién nacidos podemos ver que el frenillo se inserta en la punta de la lengua, que en ocasiones tiene aspecto bífido y que muestra escasa movilidad. En niños mayores y con la boca abierta, el intento de llevar la lengua al paladar hace que el frenillo tire de ella y adquiere una forma en “V” o de corazón y no puede contactar con el paladar duro; el niño no es capaz de sacar la lengua unos milímetros por fuera de los incisivos inferiores.
En estos casos, y sólo si existen problemas con la succión-deglución o con la fonación o dentición, el pediatra, el logopeda y el odontopediatra deben colaborar para determinar si el frenillo lingual precisa tratamiento quirúrgico.
Si finalmente hay que recurrir al tratamiento quirúrgico, en un primer momento se puede intentar la elevación de la lengua con una sonda acanalada y la realización de un simple corte transversal. Sin embargo, esto suele conducir a su reaparición, por lo que se hace necesario extirpar todo el frenillo (es decir, una frenectomía), que se realiza con anestesia troncular lingual (que bloquea los nervios de la zona).
Es preferible realizar la intervención cuando el niño tiene entre dos y tres años, siendo las complicaciones de la cirugía muy poco frecuentes. Es importante tener en cuenta que la sección del frenillo resuelve la dificultad anatómica, pero el correcto movimiento de la lengua, sobre todo para la fonación, requiere de una rehabilitación funcional con un programa de ejercicios, durante unos meses.
Imagen: labioleporino