La uña es una lámina dura, resistente y traslúcida, formada principalmente por queratina. Esta sustancia proteica es la misma que compone la zona más superficial de nuestra epidermis y también contiene pequeñas cantidades de minerales como el calcio, el hierro y el zinc; y de grasas.
Cuando están sanas, las uñas muestran un color uniforme y rosado, con la matriz o la lúnula (media luna) de color blanquecino; una superficie lisa, brillante y pulida, y están rodeadas por una piel lisa, rosada y sin hinchazón. Pero, en ocasiones, sufren algunos problemas.
La uñas habitualmente suelen estar sanas. Sin embargo, en determinados momentos pueden sufrir ciertas lesiones que, aunque no revisten demasiada gravedad, suelen resultar muy molestas. Éstas son las más frecuentes:
- Padrastros: se trata de pequeños trocitos de piel que se levantan cerca de las uñas. No es conveniente arrancarlos, para que no se produzcan infecciones.
- Uñeros: aparecen cuando la uña crece mal y se clava en la carne provocando una herida. Se puede infectar y, si empeora, puede aparecer hinchazón, enrojecimiento de la piel e incluso pequeñas ampollas.
- Panadizos: se trata de infección de las partes blandas alrededor de la uña.
- Pequeños traumatismos: si la uña sufre un fuerte golpe, es posible que se ponga morada y se caiga. En principio no es grave, ya que pronto crecerá una nueva en su lugar.
- Deformidades: si el niño se toca mucho las uñas o se las muerde, pueden aparecer deformidades de las mismas.
Imagen: parentinghelpblog