En la mayoría de los lactantes menores de tres meses los procesos febriles suelen estar producidos por virus, generando procesos que no son graves.
Sin embargo, en los lactantes el riesgo de padecer un proceso grave es mayor, por lo que en los niños que no evidencian un foco claro la actitud suele ser muy prudente, ya que pueden tener infecciones por bacterias que pueden pasar a sangre con el consiguiente riesgo de que aparezca una sepsis (una infección generalizada grave). Por lo tanto, cuando no existe un foco claro o el pediatra no está seguro del origen de la fiebre en general se recomienda la evaluación en un servicio de urgencias de los niños menores de tres meses.
En los casos en los que el niño pueda presentar mal aspecto (mal color, mal tono muscular, falta de hambre…) siempre se le debe llevar a un servicio de urgencias sin demora, ya que éstos son signos habitualmente de una posible infección severa. Allí le realizarán una serie de pruebas y probablemente se inicio tratamiento intravenoso.
En los casos en los que el lactante tenga un aspecto normal, el pediatra hará una evaluación detenida que puede estar apoyada por alguna prueba complementaria, como una analítica de sangre, de orina o incluso cultivos. En función del estado del niño y de los resultados de las pruebas que haya podido solicitar se determinará la actitud a seguir, que puede oscilar desde el seguimiento seriado ambulatorio hasta el ingreso hospitalario.
Los menores de un mes normalmente se ingresan para completar estudios y en función del estado del niño y de los resultados de las pruebas se iniciará un tratamiento antibiótico.
En los niños de entre uno y tres meses se valorarán una serie de criterios de bajo riesgo. Si cumple todos los criterios de bajo riesgo puede ser ingresado en espera de resultados o bien seguido de forma ambulatoria. Esta decisión se realiza de forma individual, ya que, aun cumpliendo los criterios de bajo riesgo, existen otros que establecen que el niño debe ser ingresado (como, por ejemplo, que los padres vivan lejos del hospital o no dispongan de medios propios para acudir de forma rápida si lo necesitan).
Entre los criterios de bajo riesgo se encuentran algunos como que el niño haya nacido a término, no tenga enfermedades de base, no haya ingresado antes o que no haya recibido antibióticos con anterioridad. También hay ciertos parámetros relacionados con resultados de la analítica.
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