Seguro que si estás embarazada, ya eres madre o estás intentando serlo, habrás oído mencionar en más de una ocasión a este héroe del mundo de las vitaminas que pertenece al complejo B. Claro que sí, nada más saber que estamos embarazadas, nuestros especialistas nos prescribirán la ingesta diaria de ácido fólico y nosotras seremos unas buenísimas futuras mamás y no dejaremos de lado esa sencilla “obligación” que evitará futuras complicaciones.
Y así es porque el ácido fólico resulta imprescindible para prevenir las malformaciones de la placenta y del tubo neural de nuestro bebé, lo que en caso contrario podría provocar daños cerebrales al pequeño o espina bífida.
Para conseguir bajar considerablemente el peligro que suponen los fallos en el proceso de cierre del tubo neural, la embarazada deberá ingerir ácido fólico al menos desde el mes anterios a quedarse en cinta y hasta el tercer mes de gestación. La dosis adecuada, si bien siempre debe confirmárnosla nuestro médico, es de 5 miligramos diarios.
Para completar la necesidad de este aporte podemos ayudarnos de una dieta adecuada, ya que este vitamínico también se encuentra de forma natural en las verduras de hoja verde, las vísceras animales, la levadura de cerveza, los frutos secos y las legumbres.
Por otra parte, existen estudios que relacionan el exceso de ácido fólico con el nacimiento de bebés asmáticos. Es por ello por lo que, a partir del tercer mes de embarazo, la cantidad a ingerir se disminuye o se cambia por otro tipo de complejo vitamínico.
Por supuesto que no está de más volver a insistir en la necesidad de que sea nuestro médico quien nos evalúe e indique de forma personalizada nuestras necesidades y cómo suministrarnos cualquier tipo de sustancia o medicamento que necesitemos durante la gestación.