Aunque en ocasiones parezca lo contrario, el bebé nada más nacer tan solo será capaz de ver las luces y algunas sombras. Es cuestión de tiempo que esto cambie, y a medida que vayan pasando los días irá consiguiendo poco a poco distinguir formas y colores.
Lo normal es que un recién nacido gire su cabeza ante la llamada de su madre y fije los ojos en su cara, pero es un error decir que ve, aunque si está muy cerca de la cara será capaz de intuir que ahí hay algo, pero desde luego no lo verá demasiado bien. Esto se debe a que en sus comienzos, el bebé no es capaz de enfocar, y por tanto cuando se gira ante un ruido o una llamada, lo hace más bien porque ha escuchado un sonido que llama su atención.
No es hasta los tres meses cuando podemos hablar de que ya es capaz de enfocar correctamente (hay que tener en cuenta que hasta alrededor de los 12 años el ojo no alcanzará su plena madurez), pudiendo ya realizar enfoques a distintas distancias, y diferenciar colores. Y a los 6 meses verá a una mayor distancia, teniendo ya una visión más parecida a la que tendría un adulto en condiciones normales. El ojo por tanto no deja de evolucionar y crecer durante los primeros meses del niño de forma rápida, y no dejará de hacerlo hasta que alcance completa madurez, que como decíamos puede ocurrir sobre los 12 años.
Algo que no deja de resultar muy curioso, es que la mayoría de los recién nacidos nacen con los ojos de color claro, y esto, si no hay antecedentes no deja de ser extraño. Pero no, realmente no es tan raro, ya que esto ocurre porque el iris de los bebés en sus comienzos tiene poco pigmentos y por ello tan solo refleja los haces de luz azul. Es cuestión de tiempo que ese color varíe, normalmente hacia el sexto mes ya habrán cambiado al color que va a mantenerse después.