Puede que nos estemos refiriendo a una de las primeras afecciones que padezca nuestro bebé, aunque no es peligrosa ni supone riesgos para la salud y su tratamiento es rápido y sencillo. Pero comencemos por el principio.
Se denomina “costra láctea” a la aparición de una capa en la cabeza de nuestros pequeños y que, generalmente, se acaba convirtiendo en unas escamas de mayor o menor consistencia y densidad y de un color que puede ir desde el blanco al amarillento. En todos los casos sería más correcta la denominación de “costra del lactante”, porque puede acompañar a los niños de entre 0 y 3 años de edad.
Sin embargo, esta formación nada tiene que ver con la leche ni con la lactancia y tampoco debería confundirse con la dermatitis seborreica, que deberá ser tratada por el especialista.
En realidad la aparición de la “costra del lactante” podría deberse a las hormonas sexuales femeninas que, durante el embarazo, pasan del torrente sanguíneo de la madre al feto. En algunas ocasiones la placa acabará desapareciendo con el simple lavado de la cabecita, con un champú para bebés y secando bien la zona sin frotar.
En el caso de que la capa sea más gruesa y esté más aferrada a la piel, la solución tampoco está exenta de sencillez y simplicidad. Bastará con que un rato antes del baño untemos la zona con un poco de vaselina para que la reblandezca. Después de lavar y secar la cabeza con normalidad, podremos usar un cepillo suave que ayude a arrastrarlas. Si no se desprendiesen con facilidad, repetiremos la operación durante unos días.
Es recomendable no utilizar aceites o ungüentos tras el baño, ya que ello sólo contribuiría a potenciar la grasa y la capa volvería a aparecer.