Crup no hace referencia a una sola enfermedad, más bien es un término acuñado para una serie de complicaciones laringobronquiales que pueden llegar a manifestarse con carácter severo, sobre todo durante la noche. Sin duda, a estas horas muchos papás y mamás ya deben saber a qué nos estamos refiriendo.
Y es que la conocida como “tos de perro” es un padecimiento respiratorio que encuentra su caldo de cultivo entre los pequeños de entre 3 meses y 5 años y supone casi el 20% de las enfermedades respiratorias infantiles. De hecho la mayoría de los pacientes que visitan las consultas pediátricas, aquejados de dolencias en la laringe, la tráquea y los bronquios padecen alguna variante del “Síndrome de Crup”.
Lo que sí pueden tener en común dichas variantes serán las molestias en la garganta, posibilidad de afonía, inflamación de las cuerdas vocales y dificultades en las vías respiratorias altas en general. Las causas son diversas y la enfermedad no suele ser grave en la actualidad, aunque resulta muy común no diagnosticarla fácilmente y en algunos casos puede conllevar importantes complicaciones. Lo que sí parece constatado es que cuanto más pequeño es el niño más grave puede ser la enfermedad.
De hecho, existe un cuadro clínico idéntico al que estamos comentando que se asocia con las consecuencias derivadas de un lloro vigoroso y prolongado, a veces incluso por una rabieta. No debe extrañarnos, sin ir más lejos la palabra crup proviene del escocés y signfica “grito” y, trasladada luego al inglés popular, acabó significando “llanto fuerte”.
No obstante, las causas pueden ser muy diversas (alergias, bacterias, reflujo…), siendo el más común el crup viral. La casuística nos dice que hasta un 80% de las consultas se debe a la acción vírica de la parainfluenza, si bien la influenza, el adenovirus y el sarampión también pueden ser la causa de este diagnóstico.
Por lo general los síntomas suelen ser fácilmente tratables en casa y en muchos casos basta el paracetamol para mejorarlos. A veces el aire frío o húmedo pueden ayudar al pequeño. Si los síntomas no desaparecen en una semana, el especialista deberá volver a valorarlo.