A muchos papás les cambia el color de la cara al comprender que su pequeñito acaba de decir un taco como la copa de un pino. Del blanco al rojo y de ahí al verde en una décima de segundo que se vuelve interminable ante el pasmo y la incredulidad.
¿Pero cómo ha salido ese improperio de la boca de mi hijo? La respuesta es simple: saliendo. Existe una etapa en la vida de los niños, entre los 3 y los 5 años de edad, en que nuestro hijo se sentirá realmente atraído por las palabrotas. De hecho para ellos se convertirá en una manera casi infalible de llamar la atención de los adultos y las emplearán como forma de hacernos notar su capacidad ingeniosa.
En esa fase, que aunque parezca increíble también forma parte del desarrollo “normal” de nuestro hijo, decir barbaridades se convierte en un modo de “transgresión” para los pequeños. No debe extrañarnos, porque las palabrotas conviven con nosotros en nuestra vida cotidiana y las pueden escuchar en cualquier parte.
El parque, el colegio, la televisión, el supermercado, la parada de autobús… en todos los lugares y situaciones son susceptibles de ser oídas y no podemos condenar a los niños por repetir lo que oyen. Pero sí que podemos actuar de manera adecuada para ayudarles a superar ese momento lo antes posible.
Lo primero que debemos saber es que, como norma general, nuestro hijo no sabe lo que está diciendo. No obstante sí que es consciente del efecto que sus palabrotas provocan en los adultos. De hecho, la reacción de los mayores es lo que avivará el ingenio y la travesura.
Por eso resultará de vital importancia que no nos mostremos escandalizados y mucho menos que le riamos la gracia. En esos casos, los niños podrían acabar repitiendo la palabra mal sonante hasta la extenuación, en un soniquete desagradable y grosero.
Resulta muchísimo más pedagógico que les expliquemos a solas y de manera firme cuánto nos desagrada lo que están diciendo y que sus palabras molestan a los demás. Por supuesto tampoco está mal que les enseñemos a disculparse, aunque no debemos dramatizar.
Las palabrotas no son más que una situación de reto por parte de nuestro hijo y las mamás y papás deberemos resolver con ecuanimidad y coherencia.