Los niños, a medida que van creciendo, deben ir aprendiendo poco a poco qué cosas pueden hacer y cuáles no. Esta tarea no es nada fácil, pero está comprobado que con cariño y mucho mimo, terminan por llegar a comprender y a seguir esas normas que se les han impuesto.
Ser firmes en demostrarles lo que está prohibido, es algo muy importante, si al niño se le dice que un acto inadecuado traerá consecuencias, habrá que llevar a cabo esa “amenaza” aunque después los padres se arrepientan de ello. Por ejemplo, de nada servirá decirle que recoja su habitación porque en caso contrario no podrá ver su rato de televisión, si tras no hacerlo monta en cólera y con unas simples lágrimas consigue por un lado, que recoja su madre o su padre, y por otro ver su programa favorito. Por tanto, hay que ser siempre firmes, constantes, pero sin que esto suponga montar una mala escena. Hacer lo contrario, provocará en el niño un estado confusión, porque no sabrá realmente lo que quieren los padres.
Hay cosas que son totalmente contraproducentes a la hora del aprendizaje de los niños, como es el hecho de gritar, las regañinas, el manifestar en voz alta lo desobediente que es el pequeño. Con cosas como esta, lo único que se conseguirá es que el pequeño se bloquee, y termine por hacer lo que mejor le parezca. Por otro lado, NUNCA, se regañará al niño por no hacer las cosas bien, si se le ha ordenado hacer algo, es posible que al principio le cueste hacerlo correctamente, pero será cuestión de tiempo conseguir que lo haga como los padres quieren. Sin embargo, si se le aborda con reproches, lo más probable es que termine por rechazar ese aprendizaje.
Hay que tener en cuenta que los más pequeños de la casa, tienen su momento de madurez para ir aprendiendo según qué cosas. Esos momentos hay que respetarlos y ajustarse a ellos, ya que no todos aprenden al mismo tiempo.