La presencia de una cantidad suficiente de hemoglobina en la sangre va a permitir que el oxígeno sea transportado con total normalidad a todos los tejidos del organismo. La disminución de glóbulos rojos, y con ello de la cantidad de hemoglobina, es lo que denominamos anemia (de tipo ferropénica).
La aparición de anemia en los bebés y como consecuencia inmediata una deficiente oxigenación de los tejidos, pueden producir gravísimas consecuencias en los recién nacidos, sobre todo en una fase tan fundamental para el desarrollo del niño.
Existen distintos tipos de anemia que afecten al bebé. De hecho, una de las más frecuentes es la denominada Anemia Fisiológica del Lactante, que puede afectar a los chiquitines hasta el tercer mes de vida y que no necesita tratamiento. En este caso, la disminución de la hemoglobina se debe a que los glóbulos rojos de los recién nacidos poseen un ciclo vital más bajo y por ello la hemoglobina disminuye, pero se verá corregido espontáneamente.
El segundo cuadro anémico que podemos analizar es el que padecen algunos bebés prematuros y recibe el nombre de Anemia de la Prematuridad. Su aparición está relacionada con la elevada velocidad de crecimiento de los prematuros, agravada por la extracción de sangre necesaria a estos pacientes para someterla a las distintas analíticas. No existen estudios clínicos que avalen la mejoría con transfusiones o tratamientos de hierro.
En el caso de la Anemia Ferropénica del lactante, la causa es la misma que en los adultos, una falta de hierro que imposibilita la fabricación de hemoglobina. En el caso de los bebés alimentados con leches artificiales, resulta fundamental la administración de suplementos de hierro. Sólo de esta manera se consigue evitar que agoten sus propios depósitos en apenas 14 semanas, en el caso de los prematuros, y en poco mas de 5 meses cuando se trata de un recién nacido a término.