Algo que ocurre en muchas de las casas en las que hay niños pequeños, es que la hora de la comida se convierte en una eternidad, bien sea porque lo que hay en el plato no les guste o bien porque se aburren de estar sentados delante del plato o por falta de apetito.
Siempre es recomendable que los pequeños no coman con prisas, pero igualmente importante es que cualquiera de las comidas no se prolongue. Con media hora debería bastar para que el niño acabara con su plato (o al menos se comiera lo que los padres consideren oportuno).
Algo que muchos hacen cuando llega el momento de servir la comida, es llenar en exceso el plato del niño (a muchos padres o cuidadores siempre les parece poco lo que ya le han servido y piensan que si lo llenan más, mayor será su alimentación), esto es un error, sobre todo en niños que comen poco, ya que lo único que se provocará es un rechazo mayor y por tanto enreden y tarden más en comer.
Colocar un despertador con la alarma activada tras esos nombrados 30 minutos, puede ser una solución para que el niño sepa de cuánto tiempo dispone. Por otro lado, prescindir de distracciones como la televisión, o el tener a un juguete a mano, también le ayudará a que se centre en la obligación que en ese momento tiene, es decir, en comer. Algo que tampoco suele fallar es el hecho de tener invitados en casa, si el pequeño tiene cerca algún amigo, primo, o cualquier otro niño de aproximadamente su edad, probablemente se obligue a no quedarse atrás comiendo, e incluso se lo tome como una competición para ver cuál de los dos acaba primero.
Con todo esto, hay que tener siempre presente, que los niños en sus primeros años, tienen rachas en las que comen más y otras en las que lo hacen menos, por tanto, una vez más, los padres tendrán que armarse de paciencia para superarlas.