Empecemos con los consejos equivocados relacionados con las convulsiones febriles: son peligrosas, están relacionadas con la epilepsia y dejan secuelas.
Las convulsiones febriles no tienen nada que ver con la epilepsia. Se deben a una inmadurez que hace que el niño convulsiones ante una irritación neuronal. ¿Qué produce esa irritación? Normalmente un cambio brusco de su temperatura corporal: o le sube o le baja la fiebre muy deprisa.
Aunque muy escandalosas, las convulsiones febriles son benignas y no dejan secuelas. Suelen durar unos minutos durante los cuales hay que mantener la calma, colocar al niño en un lugar en el que no pueda hacerse daño y, a ser posible, de costado, evitar introducir nada en su boca y mantener sus vías aéreas despejadas.
No es necesario llevarlo a urgencias (salvo que tenga algún síntoma grave), sino simplemente llevarlo a su pediatra para que le observe. Para ello sí será importante que nos fijemos en los detalles de la crisis (duración, si ha tenido más, si el niño está enfermo, etc.)
Las convulsiones febriles no se pueden prevenir tomando medicamentos contra la fiebre, porque no está en sí las que las genera, sino el cambio brusco de temperatura (a veces se desencadenan justo cuando baja). Lo más habitual es que desaparezcan solas, sin dejar secuelas, hacia el año y medio o más adelante, cuando el niño adquiere mayor madurez neuronal.
En lo que a diarreas se refiere, ¿se deben detener rápidamente para evitar la deshidratación?, ¿Hay que tomar dieta blanda después de una diarrea?
El cuerpo pone en marcha este proceso para eliminar ciertos virus o toxinas. Por eso no es conveniente tomar antidiarreicos para detenerlo: los virus o toxinas que el cuerpo pretende eliminar, se quedarían dentro.
Hay básicamente dos tipos de diarrea: la producida por virus, que no se trata con medicamentos (solo con soluciones hidratantes para evitar la deshidratación) y la diarrea producida por toxinas, que puede ser más aguda que la anterior y requiere soluciones rehidratantes.
Respecto a la alimentación, la famosa dieta astringente es desaconsejable, por incompleta. El niño puede comer lo que quiera, limitando el consumo de lácteos.
Los antidiarreicos no son necesarios prácticamente en ningún caso, ya que las diarreas se suelen curar solas. Solo los utilizaremos en los casos más extremos, y será el médico el que tome esta decisión: detienen el proceso de depuración del cuerpo y pueden ocasionar efectos secundarios graves.