Se llama mastitis a la inflación mamaria que se produce debido a una infección bacteriana, cuando las bacterias entran en el tejido mamario a través de la aureola por pequeñas fisuras, las cuales se pueden haber producido por una mala succión del bebé. Por regla general este problema aparece en mujeres que están dando el pecho, aunque en menor porcentaje, también podrían originarse en aquellas que no lo están haciendo.
Esta patología es bastante infrecuente, alrededor de un 3%, y suele aparecer en las primeras semanas después del parto. Los síntomas más comunes son: dolor en alguna zona puntual de la mama, sensación de calor y enrojecimiento de la piel en el sitio de la infección, fiebre, escalofríos, etcétera. Normalmente, las molestias se mitigan en cuanto, ya sea el bebé o bien utilizando un sacaleches, se vacía el pecho afectado.
Es posible que a la larga el problema vaya a más y se produzca un absceso mamario, cuando una de las cavidades se llena de pus y la mama se inflama de forma considerable. Esto conlleva que erróneamente la mujer evite dar el pecho, cosa que empeorará más aún la situación derivando el problema en una congestión láctea que provoca un dolor aún mayor.
Por tanto, y pese a las molestias que se originen, nunca se deberá de dejar de dar el pecho o de extraer la leche por otros métodos, ya que cuanta más cantidad de leche se vaya almacenando en el pecho, mayor será ese dolor. Se mantendrá la lactancia incluso cuando el médico haya recetado antibióticos para la mastitis, siempre que éstos sean compatibles con la lactancia materna.
Para evitar que se produzca la mastitis puerperal se deberá: dar de mamar en los tiempos establecidos, mantener una higiene de la zona adecuada (bastará con agua, no se deben utilizar jabones o alcohol), evitar los sujetadores que aprieten el pecho, beber mucha agua, ofrecer al bebé primeramente el pecho afectado, reducir la sal en las comidas, o aplicar compresas frías en la zona.