Desde el primer momento en el que la pareja decide tener un bebé se recomienda a la mujer que comience a tomar ácido fólico, sin esperar a que el test de embarazo le informe de que ya ha conseguido su propósito y que por tanto está embarazada. Hay que destacar que no ocurrirá nada por estar tomando esto aún cuando el momento del embarazo tarde más de la cuenta en llegar, ya que el acido fólico es hidrosoluble, y por tanto se desechan del cuerpo a través de la orina cuando éste tenga “sobras”.
Cualquier especialista informará de la importancia de tomarlo, ya que es algo clave para el buen desarrollo fetal. El ácido fólico se trata de una vitamina B (más concretamente B9), muy importante para prevenir posibles malformaciones congénitas del tubo neural del cerebro y de la médula espinal, como pueden ser la espina bífida (se produce cuando no se fusionan correctamente los arcos vertebrales), o la anencefalia (como consecuencia de no haberse cerrado correctamente la cabeza del tubo neural, y ocasionando una ausencia, que podrá ser total o parcial, del cerebro o cabeza).
Como se puede comprobar, las consecuencias de la falta de ácido fólico pueden llegar a ser realmente terribles para el feto, por lo que no se debe tomar a la ligera el hecho de tomar una pastilla al día, con la dosis recomendada, para que se vea reducido considerablemente el número de posibilidades de que esto le llegue a ocurrir al futuro bebé.
El ácido fólico también puede encontrarse en alimentos (lo que no quiere decir que se deje por ello de tomar de forma química, en pastillas), como por ejemplo en los guisantes, en las hortalizas de hojas verdes, en el hígado, o en la yema del huevo, entre otros muchos.