La epidural se puede administrar en cualquier momento del parto (salvo que esté muy avanzado y no dé tiempo), pero es preferible hacerlo cuando la mujer ha dilatado al menos 4 ó 5 cm, porque si se pone antes hay más riesgos de que el parto se detenga.
Antes de inyectar esta anestesia, los profesionales sanitarios controlan el ritmo cardiaco del feto durante un rato y toman la tensión arterial y la temperatura de la futura madre. También le suelen poner un gotero para hidratarla y evitar que la anestesia le baje la tensión. Con la epidural, la mujer está despierta en todo momento.
La epidural es el método farmacológico más utilizado para aliviar el dolor en el parto. El motivo por el que se ha hecho tan popular es que consigue lo que ningún otro método: que la madre asista al parto totalmente despierta, sin el adormecimiento que producen otros analgésicos y, además, sin ningún dolor.
Sin embargo, hoy en día ya no se tiende a dar por hecho que es lo ideal para todas las mujeres, pero todas deben ser adecuadamente informadas y tener la oportunidad de usarla si lo necesitan. Para ello, en algunas de las visitas de control de embarazo del tercer trimestre se suele entregar una hoja informativa, y se le pide que firme un documento autorizando al médico a aplicarla en el parto si ella la pide o la precisa.
Esta analgesia es especialmente útil en los partos complicados y para que la mujer esté consciente durante una cesárea.
El anestesista revisa la historia clínica de la madre y puede hacerle alguna pregunta para asegurarse de que no hay contraindicaciones. Luego la coloca sentada en el borde de la cama con las piernas colgando y la cabeza flexionada hacia abajo y le pide que empuje la espalda un poco hacia atrás.
Parte 2