Después de palpar la columna en la zona lumbar, el especialista desinfecta la piel e introduce un poco de anestésico local, primero de forma superficial con una fina aguja y luego más profundamente. Suele ir contando a la mujer lo que va a hacer en cada momento, para que no se sobresalte, y se detiene si hay una contracción y la futura mamá necesita moverse.
A continuación, el anestesista introduce una aguja más larga en un punto preciso entre dos vértebras, hasta llegar al llamado espacio epidural. Por dentro de la aguja inserta un catéter de plástico muy fino, que quedará alojado en ese espacio, y a continuación retira la aguja.
A través del catéter se inyecta una sustancia anestésica, en dosis aisladas o de forma continua a ritmo muy lento. Se hace mediante una bomba de perfusión, un aparato que controla el ritmo de entrada del fármaco.
El catéter queda colocado de forma que no se pueda salir si la mujer se mueve, ya que se sujeta bien con adhesivos para que no moleste y ella se sienta cómoda.
El médico explica a la futura madre que poco a poco hará efecto la anestesia, y que si más adelante aparece más dolor, se puede aumentar la dosis.
Después de tres o cuatro contracciones, la futura madre suele sentir un hormigueo en las piernas y el abdomen y, enseguida, un alivio del dolor más o menos intenso, hasta que va perdiendo la sensibilidad en las piernas. En el momento del expulsivo puede empujar, pero no tiene dolor.
Es posible, incluso, que sienta ganas de empujar, lo que es de gran ayuda en algunas ocasiones si el parto no avanza. Si el expulsivo resulta doloroso o se ha de realizar alguna maniobra para ayudar al bebé, revisar a la madre o practicar una sutura, el anestesista o la matrona pueden subir la dosis de anestésico.
Llevar el catéter epidural e incluso estar recibiendo anestesia no impide que el bebé inicie la lactancia ni permanezca en contacto piel con piel como se aconseja actualmente para todos los partos que transcurren normalmente.
Tras valorar el test de Apgar (unas pruebas que se le hacen al recién nacido) con el niño encima de la madre, los profesionales dejan al bebé desnudo sobre el pecho materno, con un gorrito en la cabeza para que no pierda calor.
Se debe permitir la mayor intimidad posible entre la madre y su hijo, junto al padre o la persona que les acompañe.