En 1955 se creó la primera vacuna frente a esta enfermedad constituida por virus muertos o inactivados, que se aplicaban e inyección y que obtuvo muy buenos resultados. Unos años después (1961-1963) se obtuvo una vacuna de virus vivos atenuados que se administraba por la boca, y que consiguió disminuir aún más la enfermedad, llegando con el tiempo a su eliminación en las tres regiones citadas en la primera parte de esta seria de artículos.
Sin embargo, al comprobarse que esta última vacuna podía producir como efecto secundario en algunos casos, sobre todo en niños con defensas disminuidas, una enfermedad denominada poliomelitis asociada a la vacuna, en los últimos años se ha recomendado por las autoridades sanitarias que la vacunación se realice en todos los niños con la vacuna inactivada inyectable (VPI).
En España esta decisión se puso en práctica a partir de 2004 cambiando la vacuna oral por la inyectable en los calendarios sistemáticos infantiles de todas las comunidades autónomas.
Actualemente en estos calendarios se aplican tres dosis de primovacunación a los dos, cuatro y seis meses de edad. Esta VPI se aplica conjuntamente, en una sola inyección, con otras vacunas, en forma de vacuna pentavalente (difteria, tétanos, tos ferina, haemophilus influenzae y VPI) o de vacuna hexavalente, a la que se le añade la hepatitis B. Posteriormente se aplica una dosis de VPI de refuerzo a partir de los 12 meses, en el segundo año de vida.
Imagen: guiainfantil