La piel es el órgano de mayor tamaño del organismo y el más expuesto a factores externos como el clima, la ropa, el agua, el sol, etcétera. En el caso del bebé, ésta es más delgada y frágil que la del adulto y más permeable, por lo que abosrbe con mayor facilidad sustancias que entran en contacto con ella.
Por tanto, cuidarla desde el nacimiento es fundamental para evitar, en el futuro, algunas alteraciones. Pero, además, a medida que nuestro hijo vaya creciendo, deberemos enseñarle e inculcarle su autocuidado: ducha diaria, lavado de manos, de genitales, protección frente al sol…
La higiene de la piel del bebé es muy importante porque va a eliminar una serie de secreciones como el sudor o la grasa, evitando el mal olor; y también va a quitar la suciedad ambiental (manchas, polución…). Además, es importante tener en cuenta que una buena limpieza previene la transmisión de muchas enfermedades.
Se puede bañar al niño desde el primer día de vida. Se recomienda un baño diario, corto (de unos cinco minutos) y templado, en un ambiente cálido, y utilizando un jabón neutro, sin perfume. El agua debe estar a una temperatura de entre 35 y 37ºC, que podemos probar con el codo, y no se debe cubrir por completo al bebé.
Aunque no es necesario lavar el pelo cada día, tampoco perjudica, pero lo que no se recomienda es usar acondicionares u otros productos cosméticos, porque pueden irritar el cuero cabelludo. Es importante aclarar bien, ya que los restos de jabón pueden cambiar el pH de la piel y resecarla.
El secado también es muy importante, sin frotar en exceso, e incidiendo en las zonas de pliegues (cuello, axilas, ingles) para que no quede humedad que pueda producir irritaciones e infecciones.
Imagen: entrepadres
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