Los terrores nocturnos se dan más frecuentemente en niños de edades comprendidas entre los 5 y los 7 años, después suelen desaparecer, aunque es posible que se den episodios en niños más mayores (o de menor edad) e incluso en adultos.
La causa de por qué se originan los terrores nocturnos no está muy clara, sin embargo sí se sabe que pueden originarse debido a varios factores como: haber sufrido una tensión emocional, llevar una época de estrés o tener problemas en su entorno, tener fiebre alta, o incluso por la falta de sueño.
Lo mejor que pueden hacer los padres cuando se enfrenten a los terrores nocturnos, es sobre todo armarse de paciencia, algo que es complicado al verse enfrentados a una situación en la que parece que, se haga lo que se haga, el niño no reacciona a los intentos de sus padres por tranquilizarlo. Sin embargo, y aunque parezca que no sirve de nada, habrá que hablarle y darle cariño para que se sientan tranquilos y seguros. Habrá por tanto que abrazarlos, mecerlos, y darles cualquier otra señal que les reconforte, intentando dejar a un lado lo que se está viendo (que como decíamos no es fácil).
Aquellos que sufran episodios frecuentes de terrores nocturnos, pueden tomar algunas medidas previsoras como: evitar el estrés del niño, acostarlo a horas tempranas antes de que se agote, controlar que duerme las horas necesarias para su edad, y algo muy importante, que no solo es beneficioso para este problema sino para muchos otros, es el hecho de marcar rutinas antes de ir a la cama, creando un ambiente relajado que invite al sueño, como por ejemplo leerle un cuento en la cama, cantarle una nana, hablar en la cama de cómo le ha ido el día, etcétera.
Como ya decíamos anteriormente, los terrores nocturnos no deben preocupar a los padres, sin embargo cuando los episodios se repitan muy frecuentemente, se deberá consultar con un especialista para que valore si hay que tomar otro tipo de medidas.