¿Tiene algo de cierto aquello de que los bebés “extrañan” cuando siendo muy pequeños lo cogen en otros brazos que no son los de la madre? Pues parece que sí, puesto que los bebés son capaces de guiarse por el olor, y por tanto distinguen el olor de su madre.
El olfato del bebé, se comienza a desarrollar desde que está en el interior de su madre, y en el tercer trimestre de embarazo, podrá recibir olores del exterior a través del líquido amniótico (se considera que el olfato es el sentido más desarrollado del recién nacido).
Y realmente está tan desarrollado, que nada más nacer, si se les coloca encima de la madre (directamente sobre su piel y entre ambos pechos), los bebés son capaces de ir hacia el pecho guiados simplemente por su olfato, a esto se le llama “arrastre del pecho”. Esto se debe a que el olor que detectan es similar al del líquido amniótico, un olor con el que han vivido durante toda la gestación.
Un olor que el bebé reconozca en sus padres, podrá conseguir motivarlo para que haga cosas como girarse o tranquilizarse cuando está inquieto. Se puede hacer una prueba sencilla cuando el bebé no puede dormir, que es dejarle al lado de la cuna una prenda que haya usado la madre (una prenda pequeña y que haya usado preferente después de haber utilizado su perfume, jabón, o crema habitual, como un pañuelo de cuello, unos guantes, etcétera), este simple hecho podrá dejar a más de un padre con la boca abierta, al ver que su hijo coge el sueño más fácilmente al sentirse reconfortado por tan solo el olor.
Los bebés aprenden los olores y son capaces de almacenarlos así como, a la larga, llegarlos incluso a recordar.