Intentar comprender la adolescencia no es sencillo. Su eclosión abrupta puede sorprendernos y desconcertarnos.
Cuando la infancia parecía entrar en un periodo de calma, justo pasados los diez o doce años, tu hijo subre un cambio súbito; tanto físico como psíquico. Y os plantea una serie de interrogantes que, en el fondo, son expresión de unas ansias de independencia. Cuestiona nuestra función como padres y critica nuestra manera de actuar. ¿Qué ha pasado?
Pues la gente nos dirá que “ha entrado en la edad del pavo”, que ha iniciado la adolescencia. Debemos prepararnos para ella.
La adolescencia se inicia en la pubertad, con la puesta en marcha del reloj biológico que marca la irrupción de las hormonas. La palabra pubertad proviene del latín “pubes“, que significa “pelo” (gráficamente, la aparición de pelo es una de sus características). Vello, estirón, cambio de voz, modificaciones en las proporciones corporales… son manifestaciones externas de un cambio interno que gobiernan las hormonas.
Por su parte, la palabra adolescencia proviene del latín Adolescere, que significa crecer. Pero la traducción se refiere a un crecimiento tortuoso, complicado y doloroso. Y si la pubertad se centra en un momento biológico en el crecimiento humano, la adolescencia supone todo un proceso que se extiende en el tiempo para convertir aquel niño o niña en un hombre o mujer con todas sus potencialidades de independencia y autonomía. Y eso no es fácil. O, dicho de otra manera, cada día se hace más complicado.
Las dos coordenadas que pueden ayudar a comprender al adolescente son el deseo de vivir intensamente y la necesidad vital de probarlo todo. El adolescente va a plantear una firme oposición al mundo de los adultos, representados en su inmediatez por sus padres, y también un estilo de vida muy poco considerado con los riesgos que podemos ver los adultos: “a pesar de lo que me podáis decir, yo tengo que probarlo todo y, a pesar de tanta experiencia que me contáis, a mi no me va a pasar nada”.
Padres y educadores coinciden en definir la adolescencia como una edad difícil por la que debe pasar todo individuo en fase de crecimiento. Y puede llegar el sentimiento de impotencia: parece que el adolescente se nos escapa de las manos. Representa la fuerza del tremendismo; le urge el deseo de llevar las propias fuerzas hasta los límites. Y en el alma inquieta del adolescente se va forjando una atracción fatal por todo aquello que es nuevo y se le aparece como irresistible. Y lo irresistible se convierte en imprescindible.
Y así, en nuestro siglo, aparece la tentación hacia el “tener”, que le resulta mucho más apasionante que el “ser”. La sociedad de consumo lo sabe bien. Así ha creado alrededor del adolescente una red de tentaciones que cada vez tienen un mayor poder de atracción (especialmente la atracción por lo prohibido).
Imagen: blogspot