Es muy habitual que a los niños les duela la cabeza, pero ellos lo reflejan de forma muy diferente en función de la edad. Técnicamente, a estos dolores se les denomina cefaleas; estos procesos pueden producirse casi en cualquier momento, y en la mayoría de los casos, suelen estar originados por una causa más o menos banal, como la fiebre.
Sin embargo, en otros casos los pueden generar motivos más graves, por lo que siempre es importante que sean valoradas por el pediatra. Además, hay que tener en cuenta una serie de aspectos que hay que vigilar.
En general, se pueden distinguir tres grandes grupos de cefaleas: las agudas, las crónicas, y las migrañas. Aunque pueden compartir muchos aspectos, se suelen diferenciar muy bien. Las dos primeras se distinguen por el tiempo de evolución, y la tercera tiene una serie de peculiaridades muy características.
Los niños de muy corta edad no deberían quejarse de cefaleas, aunque pueden hacerlo en el contexto de cuadros febriles. Deben llamar la atención los procesos en los que el dolor es muy intenso, o no deja de aumentar en intensidad con el paso del tiempo (es decir, son progresivas).
También deben ser valoradas las cefaleas que aumentan con los cambios de postura, o la presencia de signos como la rigidez en la nuca, que puede indicar una infección del sistema nervioso. Esta rigidez hace que el niño no pueda doblar la cabeza hacia delante, pues le duele muchísimo al hacerlo.
Otros signos como los movimientos raros, o incluso las convulsiones, siempre son indicadores de que el pequeño debe ser visto en un servicio de urgencias. Afortunadamente, suelen ser muy poco frecuentes en la edad infantil.
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