Al llegar con el pequeño a vuestra casa, y tras más papeleo (deberéis comunicar la llegada a España al Servicio de Protección de Menores de vuestra Comunidad Autónoma y solicitar la inscripción de la adopción en el Registro Civil de vuestra localidad), comienza el periodo de adaptación del niño a su nuevo entorno.
Algo no siempre fácil, ya que los niños pueden haber pasado por situaciones muy duras, y porque, a pesar de todo, ante ellos se abre un mundo nuevo y desaparecen los pocos vínculos que pudieran tener con los cuidadores del orfanato o sus compañeros (hasta entonces su familia). Por eso es normal que puedan sentir nostalgia o sentirse desubicados.
También es posible que aparezca una necesidad constante de estar con los padres adoptivos, por la sensación de soledad e indefensión. De ahí que se recomiende no enviarles a la guardería hasta pasados unos meses para consolidar el vínculo parental. En todo caso, debéis tratarlos como trataríais a un hijo biológico, no excediéndose en los cuidados por el hecho de ser adoptados. Aunque se debe ser flexible a las posibles dificultades de adaptación del pequeño. En ningún caso se les debe responsabilizar si al principio hay una mala relación con los padres, y hay que intentar normalizar las posibles muestras de desconfianza.
Ante todo hay que hacerle ver que es muy querido; a diferencia de un niño biológico, no es sólo deseado, sino que además es ‘elegido’ entre otros niños que estaban en su misma situación.
Imagen: effective-parenting