Si tras visitar al oftalmólogo el especialista a recomendado que el bebé utilice gafas, a los padres se les acumularán muchas dudas, especialmente cuando los niños son muy pequeños, ya que una de las primeras cosas que se les pasará por la cabeza es… ¿qué ocurrirá si se le caen las gafas y se rompen los cristales? Otro de los problemas que surgen irremediablemente, cuando estos niños ya son más conscientes de todo lo que ocurre a su alrededor, es que ellos mismos vean este nuevo elemento como un enemigo.
En algunos casos, los niños pensarán que sus compañeros del colegio se reirán de él, que están feos, y que las gafas para lo único que valen es para que ellos no puedan jugar libremente sin temor a que eso que está sobre su naricita se caiga al suelo, se rompa y para rizar el rizo, los padres tengan que gastarse dinero en otras.
Antes de nada, los padres deberán explicarles el por qué deben llevarlas, concienciarlos de que con las gafas van a poder hacer muchas más cosas al ver mejor, que ya no tendrán que sentarse en primera fila en el colegio por no ver la pizarra, que ya verán a sus personajes favoritos en la televisión sin necesidad de acercarse a ella… y por supuesto, hacerles sentir que están realmente guapos con ellas. En resumen, habrá que intentar mostrarles todas las partes positivas para que poco a poco se vaya haciendo a la idea. Compararle con Harry Potter, ese súper niño con poderes mágicos, o con algún otro personaje (obviamente que lleve gafas) que llame su atención, podría también ser un factor que ayude.
Por otro lado, hay que dejarle ser partícipe de la compra de las gafas, darle opciones para elegir y que sea él quien decida.