Los bebés pueden empezar a tomar legumbres (se suele comenzar por las lentejas y los guisantes) desde los once meses de edad aproximadamente. En estos comienzos, las introduciremos en su dieta en forma de puré, siendo esencial hacerlo de manera progresiva y en pequeñas cantidades, para valorar su tolerancia y asegurar a los pequeños una mejor digestión. Tendrán que estar bien cocidas, sin piel y trituradas con el pasapurés, y se pueden suavizar con arroz y patata.
Desde los 18 meses, ya les podremos empezar a ofrecer a los niños las legumbres enteras y con piel, lo que constituirá un buen aporte de fibra especialmente beneficioso en casos de estreñimiento.
Después, a partir de los tres años, momento en el que el aparato digestivo del niño las tolera bien, se abre un mundo de posibilidades para su preparación. Lo más habitual suele ser prepararlas en guisos calientes, lo que, sin duda, es una buena opción para afrontar mejor y con más energía las estaciones más frías del año. Pero puede ser que esta forma de cocinarlas no sea la más atractiva para los pequeños. Por eso, también se les pueden ofrecer como parte de una ensalada o como guarnición de carnes y pescados.
La gran diversidad de la familia de las leguminosas y nuestra imaginación conseguirán que nuestros niños se vayan acostumbrando poco a poco a apreciar sus deliciosos sabores.
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Las bondades de las legumbres I – Las bondades de las legumbres II