La presencia de ganglios en un niño genera inquietud, porque pueden tratarse de un signo de alguna enfermedad grave, muchas veces de carácter maligno o también pueden asociarse a creencias de nuestros antepasados, que los ligaban siempre a enfermedades como la tuberculosis. Afortunadamente, no es así. En la mayoría de las ocasiones la presencia de ganglios inflamados se produce por enfermedades de carácter benigno y de escasa importancia.
La única forma de disipar cualquier atisbo de duda en cuanto a la naturaleza de la enfermedad es mediante un diagnóstico certero y rápido. Muchas veces, lo más prudente tras la valoración del pediatra, es vigilar estrechamente la evolución del niño e ir avanzando en el proceso diagnóstico de forma progresiva. Así se evitará hacer pasar al pequeño por pruebas diagnósticas agresivas e innecesarias como la punción del ganglio o la biopsia, en los primeros días.
La presencia de ganglios linfáticos palpables es común en la edad pediátrica, ya que el sistema inmune se activa con gran frecuencia por los microorganismos patógenos ambientales. Esto es especialmente frecuente en los niños más pequeños que están expuestos por primera vez a los agentes infecciosos más habituales.
Sin embargo, la situación varía según la edad del niño y la localización de los ganglios. Los recién nacidos y lactantes pequeños raramente tienen adenopatías importanes. Sin embargo, los niños de más de 18-24 meses presentan muy frecuentemente adenopatías en el cuello. Los niños más mayores las pueden presentar en otras localizaciones.
Afortunadamente, en la mayor parte de las ocasiones no tiene ninguna relevancia; casi la mitad de los niños menores de cinco años que acuden al pediatra para exámenes de salud presentan adenopatías palpables sin significación patológica.
Imagen: scielo.org
¿Qué revelan los ganglios inflamados? II – ¿Qué revelan los ganglios inflamados? III
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