Las emociones y los sentimientos maternales dejan una importante huella en nuestros hijos; ésta es una realidad que muchas mamás sentimos, incluso antes de que nuestros pequeños nazcan.
Este instinto, que forma parte de tan preciosa experiencia como es la maternidad y que se materializa en un bonito e inconfundible sentimiento maternal, se ve refrendado por evidencias científicas. El doctor Lester Sontag dirigió una serie de investigaciones hace sies décadas demostrando, a través de los resultados, que las actitudes y los sentimientos maternales influyen en la personalidad del bebé que aún no ha nacido.
Ya en la fecundación existe un intercambio de hormonas entre la mamá y el feto. Por tanto, si la madre está tensa segregará hormonas del estrés, como el cortisol, que le llegarán al feto por medio de la sangre. Y del mismo modo, si está relajada y feliz, al futuro bebé le llegarán endorfinas que producirán efectos positivos.
Pero la conexión inatrauterina entre la madre y el hijo no es sólo física: de traspaso de oxígeno, hormonas y nutrientes; sino que va más allá. Se trata de una simbiosis tan especial que hace que lo que sintáis vosotras lo sienta él también.
Al finalizar el primer trimestre, es posible que hayáis notado diferentes movimientos corporales que efectúa vuestro bebé: se coloca, se estira, e incluso se chupa el dedo. El feto se ha desarrollado lo suficiente como para dar muestras de actividad cerebral. En esta etapa es cuando podemos afirmar que la parte del cerebro que se ha desarrollado está relacionado con la memoria.
A partir del sexto mes tiene experiencias emocionales. En este momento se ha probado que el feto ve, oye, degusta, experimenta e incluso puede aprender dentro del útero. Así, una parte del carácter de la persona se va constituyendo en el vientre materno, al mismo tiempo que se forman las partes del cuerpo.
Lo que el niño no nacido siente y percibe comienza a modelar sus actitudes y las expectativas que tiene con respecto a sí mismo y el mundo que le espera.
Sabiendo esto, si pensamos en las etapas de ansiedad o estrés que hemos podido padecer o estamos padeciendo durante la gestación, es inevitable preocuparnos. Pero hay que tener claro que una vida sin preocupaciones y cierto grado de ansiedad es casi una utopía, sobre todo en los tiempos que corren. Y el propio hecho de estar embarazada, junto al deseo de que todo vaya bien, ya es fuente de cierta preocupación o ansiedad.
Sin duda el estrés, la ansiedad o las preocupaciones no son recomendables y, en la medida de lo posible, deberíamos evitarlos. Sin embargo, lo que realmente afecta a los bebés no nacidos son los sentimientos profundos y constantes.
De este modo, de entre todos los factores que intervienen en la formación del nuevo ser, los sentimientos maternales, a diferencia de otros como la herencia genética, pueden ser controlados y convertidos en algo positivo.
Imagen: pandorai
Fuente: waece