Es casi inevitable hablar de los antojos cuando una mujer está embarazada. Algunos piensan que éstos no son más que meros caprichos de la mujer que lo único que quiere es llamar la atención, y aprovecha su estado para conseguir siempre lo que le apetece. Mientras, otros se toman esto muy en serio, porque tienen claro que detrás de un antojo incumplido llega un bebé con una mancha relacionada con ello.
Realmente los especialistas no se pueden de acuerdo en lo relacionado con los antojos, lo que sí tiene sentido es que, debido a los cambios hormonales, la mujer sienta especial predilección o rechazo por determinados alimentos. También parece tener sentido el hecho de que en un momento dado la mujer tenga necesidad de comer algo concreto, posiblemente esto se puede deber a una falta de ese alimento en su organismo.
Entonces, ¿se deben escuchar los antojos y cumplir los deseos de la mujer? Pues en principio ningún mal le va a hacer comer aquello que le apetece. A la embarazada le quedan un sinfín de cambios que sufrir, no solo durante el embarazo, sino también después, cuando llegue el bebé, por tanto, no tiene nada de malo darse un capricho. Con esto no queremos decir que mande al marido a buscar caracoles en medio de la noche, hay que ser realistas y sobre todo hay que pensar también en la pareja. Siempre se complacerá un antojo llegando a un límite, es decir, siempre que sea factible conseguirlo.
Hay que aclarar también, que aunque decimos que sí al hecho de complacer un antojo, con esto nos referimos a momentos puntuales. La embarazada debe llevar una dieta equilibrada y sin excesos, y si complacer un antojo supone hincarse a dulces, esto va a terminar siendo contraproducente para ella. Por tanto, se pueden hacer excepciones pero siempre sin abusar y sin que se convierta en una rutina (en el caso de que se le antojen grasas, azúcares, etcétera, si el antojo es fruta o verdura, tendrán carta blanca, siempre que el médico no diga lo contrario, para comerlo a menudo).
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