Hablar de la muerte con los hijos es algo que muchos intentarán evitar, es un tema de lo más delicado que va a resultar muy espinoso tanto para los padres como para los niños.
Dependiendo de la edad del niño, ellos lo asumirán de una forma u otra y se plantearán también un sinfín de preguntas, como ¿a dónde van las personas? o, ¿también se van a morir papá y mamá?, entre otras muchas cuestiones.
Antes de los seis años, los niños ante una muerte pueden reaccionar de muy diferentes formas. Su inmenso poder imaginativo les puede llevar a pensar mil cosas de la muerte, incluso habrá algunos que puedan llegar a sentir culpabilidad y creerse los responsables de ello.
A partir de los seis años, los niños habitualmente ya pueden asimilar la idea real de la muerte, y son conscientes de que el ser querido que se va, no vuelve.
Como ya decíamos, ante una muerte, es importante sentarse a hablar con los niños, independientemente de la edad que tengan (como es obvio esto no se hará con los bebés). Una vez se le ha explicado, hay que darles tiempo para asimilar la información que los padres le han dado. Después habrá que invitarles a hacer preguntas, y contestarlas con la máxima tranquilidad y naturalidad.
Algunos expertos van más allá, y no solo recomiendan que hay que dar las explicaciones oportunas a los niños sino que además hay que hacerles partícipes del funeral. De esta forma los niños no se sentirán excluidos ni mucho menos, se sentirán solos (esto es un ejemplo de lo que ocurre muchas veces: papá y mamá se tienen que marchar al funeral del abuelo, y los niños tienen que soportar por un lado la tristeza de la pérdida de un ser querido, y por otro lado tienen que pasar el día separados de sus padres).
Foto obtenida de: smh.com.au.