Las familias en general y las que experimentan estos cambios en su estructura, en particular, se enfrentan con situaciones muy complejas que, en ocasiones, requieren de ayuda profesional. A veces, solicitar ayuda facilita mucho las relaciones y rebaja bastante las tensiones.
Si llega un punto en que sentís que la situación se os va de las manos, no lo dudéis, acudid a un profesional experto en asuntos familiares y explicadle vuestras circunstancias y vuestras preocupaciones.
Normalmente todas las personas, y más aún los niños, necesitan un tiempo de duelo o de asimilación de la pérdida de la familia de origen. Si aparecen estas señales puede significar que no hemos dejado mucho margen para interiorizar la nueva situación o que algo no va bien con ellos:
- Bajo rendimiento escolar.
- Intento de llamar la atención de alguna manera no conocida hasta el momento: desde rabietas a intentos de coacción, chantajes, falta de apetito o incluso un cambio en la vestimenta.
- Extremo pasotismo o desilusión.
- Peleas continuas con los hermanos o los hermanastros.
- Baja autoestima.
- Actitud agresiva o de aislamiento.
Los adultos y los niños se unen en diferentes momentos evolutivos. Así, aunque los adultos se hayan elegido entre sí, optando por la convivenvia y un proyecto de vida en común; los niños se encuentran con esta decisión tomada. Pero siempre hay que tener en cuenta que los vínculos padres-hijos preceden a los vínculos de la pareja.
Imagen: imdoc