Las adenoides van aumentando de tamaño desde el nacimiento hasta alcanzar su máximo desarrollo entre los cuatro y los ocho años. Posteriormente van disminuyendo y se van transformando de forma progresiva a partir de la pubertad. Por lo general, no suponen ningún problema para la salud de los niños, pero hay casos en los que puede ser necesario extirparlas.
Las adenoides o vegetaciones adenoideas son una masa de tejido linfático que se sitúa en la pared posterior de la nasofaringe y en la base del cráneo, en íntima relación con los senos nasales y la desembocadura de las trompas de Eustaquio (que comunican la nasofaringe con el oído medio).
Por su proximidad anatómica forman parte, junto con las amígdalas palatinas, las tubáricas y la lingual; de un anillo de tejido linfático que está situado en la faringe. Este tejido tiene una destacada función inmunitaria, mediante la producción de anticuerpos y de vigilancia inmunológica, ya que por su localización suponen la puerta de entrada de microorganismos.
Las enfermedades que con mayor frecuencia afectan a las adenoides son la infección (adenoiditis) y el aumento de tamaño (inflamación), produciéndose lo que se denomina hipertrofia adenoidea. Por su localización, la hipertrofia adenoidea genera una obstrucción nasal, lo que obliga al niño a respirar por la boca.
Al hacer esto se pierden las funciones de las fosas nasales de calentar, enlentecer y humedecer el aire, lo que da lugar a la irritación de la vía aérea y causa tos crónica. Por otra parte, al perder la función de caja de resonancia en la fonación, da lugar a una voz hiponasal (voz de pato).
Imagen: umm.edu
La función de las adenoides II – La función de las adenoides III