Los problemas de displasia de cadera son más frecuentes en niños de raza blanca, en gemelos, en casos en que haya existido oligoamnios (poco líquido amniótico) en el embarazo, en el primer hijo, en los niños con antecedentes familiares de laxitud articular (sobre todo de padres o hermanos), en bebés que hayan sido transportados de manera inadecuada, en niños que hayan nacido con presentación podálica (de nalgas), etcétera.
La cadera más afectada suele ser la izquierda y es más frecuenta en las niñas que en los varones.
Por todo ello, cuando se dan una o varias de estas circunstancias, el neonatólogo debe pensar automáticamente que puede estar ante una cadera luxable (lo más frecuente) o luxada ya al nacimiento (más rara vez).
En el caso de que el diagnóstico final sea positivo y demuestre que el recién nacido padece una displasia de cadera, ésta tiene que tratarse con un arnés especial (el arnés de Pavlik). Se trata de un aparato ortopédico flexible con el que se intenta mantener la cadera estable, procurando que la cabeza femoral se centre en el cólito.
El bebé deberá llevar este arnés como máximo hasta los seis meses y, mientras, se le irán haciendo controles ecográficos cada dos o tres semanas para comprobar que el tratamiento marcha bien. Si a los seis meses no se ha conseguido la correción de la displasia, se podrá poner una escayola en las piernas durante cuatro semanas y/o continuar más tiempo con el arnés, hasta comprobar que la luxación o la luxabilidad ha desaparecido.
La mayoría de los niños con luxación de cadera evolucionan de manera correcta hacia la normalidad, pero en algunos casos se hace necesario pasar por el quirófano.
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