Por lo general, siempre es más lento y costoso enseñar a los niños a hacer las cosas que hacerlas nosotros mismos. Por eso, es fundamental que cuando deleguemos actividades en ellos, nos planifiquemos. Por ejemplo, por la mañana, que es cuando solemos tener más prisa, haremos el esfuerzo de levantarnos unos 10 ó 15 minutos antes para que los pequeños puedan vestirse o ayudar a preparar el desayuno, sin la presión del “llegamos tarde”.
Cada vez que tengas la tentación de velar por tu comodidad, recuerda que actuando así no estarás educando a tu hijo en la responsabilidad.
A cada edad una tarea:
A partir del primer año de vida: los niños suelen mostrar un interés especial en desarrollar actividades por ellos mismos. Si habéis detectado este interés, podéis aprovechar este impulso natural para comenzar con sencillos retos. Por ejemplo, probad a darle la libertad de experimentar por sí mismo con los cubiertos.
Además, a esta edad, los niños ya van teniendo desarrolladas habilidades motoras que les permiten, en mayor o menor grado, un desplazamiento autónomo. Así que podéis animarle a que investigue y explore, pero siempre bajo vuestra atenta mirada.
Por ello, cuando consigamos la deseada iniciativa e impulso de que el pequeño descubra cosas nuevas, debemos darle la oportunidad de que corra riesgos supervisados.
A los dos años: podéis incentivar que elija la ropa y se la ponga él solo. También animarle a coger el bote de champú, a secarse el cuerpo, a enjabonarse o a recoger sus juguetes.
A los tres años: los niños ya suelen estar preparados para abrocharse los botones, intentar hacer nudos en los cordones de los zapatos o abrir y cerrar velcros del calzado. También pueden abrir botes o estuches, comenzar a aprender a lavarse los dientes, cepillarse el pelo, echarse crema, etc.
Según avance su desarrollo madurativo, hay que investigar nuevas metas, difíciles pero posibles y atractivas.
Imagen: sheknows