La figura principal de apego en la mayoría de los casos será la madre (aunque podría ser el padre, o ambos por igual), y va a jugar un papel importante en el desarrollo del niño.
Esa figura (o figuras) va a ser la que aporte seguridad y la que enseñe al bebé a desenvolverse en el mundo. Esas enseñanzas pueden resultar muy básicas, andar, comer, beber, gatear, hablar… pero para los niños son todo un reto, que superarán más fácilmente y con más éxito, si el vínculo afectivo está bien reforzado.
El bebé va a poner toda su confianza en esas personas con las que ha creado el vínculo, y por tanto va a tener fe ciega, por lo que será capaz de hacer cualquier cosa, con la confianza de que va a estar siempre ahí.
Hay que aprovecharse de esa confianza y de esas ganas de estar con papá o mamá, para enseñar al niño. El que quiera estar constantemente con ellos, supone que se podrá enseñar todo lo que se considere adecuado para su edad: los colores, el nombre de las cosas, los números, las letras, etc. Por otro lado, el que los niños confíen, facilitará el hecho de que experimenten a la hora de echarse a andar, gatear etc.
Esto a muchos les dará que pensar. Erróneamente se cree, que si un niño está muy apegado a su madre, éste se volverá caprichos y mimado. Sin embargo, con lo que acabamos de decir anteriormente, estamos diciendo que, a mayor nivel de apego, mayor independencia y mayor facilidad para aprender. Por tanto no hay que confundir el apego, el amor o el cariño, con no educar correctamente al niño. Si un niño con un vínculo afectivo sólido, termina siendo un niño malcriado, probablemente el problema no sea el vínculo creado, sino un problema de educación (que siempre se podrá corregir).
Imagen: slightlywinded