El problema suele deberse al control voluntario y excesivo de la urgencia de ir al baño, que más pronto o más tarde va seguido de la falta de control en las pérdidas fecales.
Aunque se estima que la encopresis afecta al uno o dos por ciento de los menores de diez años, los problemas asociados de encopresis y estreñimiento afectan a uno de cada cuatro niños que acuden a la consulta del gastroenterólogo infantil.
Más del 90% de los casos de encopresis son producidos como consecuencia del estreñimiento funcional, que es aquel estreñimiento en el que no se encuentra una causa médica.
Los niños estreñidos tienen heces duras y generalmente grandes, que presentan dificultad en el paso por el recto y por el ano. Muchos de estos niños retienen sus heces para evitar el tremendo dolor que les causa cuando van al baño; esta retención es voluntaria y controlada por su cerebro. El acumulado de heces en el intestino durante un tiempo hace que, en un momento dado, terminen rebosando, saliendo al exterior las más líquidas y difíciles de retener, y manchando la ropa interior del niño.
Los consejos bienintencionados de amigos o miembros de la familia cercana no son siempre de utilidad, porque muchos de ellos piensan erróneamente que la encopresis es un problema de conducta, una simple falta de autocontrol. Padres, abuelos y cuidadores frustrados pueden infligir incluso castigos al niño tras los episodios de pérdidas fecales, lo que conduce a que éste se sienta cada vez más solo, triste, enfadado y humillado.
Se calcula que hasta un 20% de los niños que sufren encopresis experimentan sentimientos de baja autoestima que requieren la intervención de algún consejero profesional.
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