Es casi imposible encontrar un caso, en el que, al menos una vez, el bebé no se haya caído del sofá, la cama, el cambiador, etcétera. Es casi inevitable, ya que pueden pasar de la noche a la mañana de, apenas moverse, a empezar a girar sobre sí mismo. Por tanto, las caídas y los golpes es algo que está a la orden del día, en unos casos serán más habituales que en otros, ya que mientras hay niños que se parece que estén todo el día en suelo debido a las caídas, habrá otros que parezcan estar protegidos por su ángel de la guarda.
No hay que alarmase porque un niño se caiga o se golpee. Nadie quiere que eso le ocurra a su hijo, pero es algo a lo que los padres se deben acostumbrar. Hay que tomarse con calma estos “accidentes” para que el niño se tranquilice lo antes posible, ya que, si los padres se ponen especialmente nerviosos, lo único que se conseguirán es que el niño también lo haga y tarde más en calmarse.
Lo habitual es que las caídas y los golpes que se den los niños, sean de carácter leve. De manera, que la cosa suele quedar en un simple chichón o un raspón, y con unos cuantos mimos, el niño, terminará por calmarse.
Sin embargo, hay que prestar atención a los golpes, especialmente cuando son caídas de altura y cuando el impacto es sobre la cabeza, ya que podríamos pasar de hablar de un caso leve a otro grave.
Saber actuar en cada caso, será algo importante para que el susto no vaya a más, por tanto habrá que prestar atención a las reacciones que el niño muestre.
En la próxima entrada, explicaremos qué factores hay que tener en cuenta para diferenciar los casos leves de los graves, y cómo se debe actuar.
Imagen: Aure Domínguez