En los últimos tiempos parece que la mayoría de los padres no quieren que, por ningún motivo, sus hijos se aburran. Para ello, se les estimula constantemente para evitar a toda costa que lleguen a ese punto. Parece que se trate al aburrimiento como una enfermedad, ante la que hay que actuar preventivamente poniendo una vacuna.
Hay que destacar que, cuando los niños se aburren, empiezan a pensar qué hacer, llegando en ocasiones a optar por dar rienda suelta a su creatividad. Por tanto, el aburrimiento lo que habrá dado lugar es al desarrollo de sus habilidades. Con esto no queremos decir que siempre haya que dejar a los niños que se “busquen las vueltas” para entretenerse, ni ese extremo, ni el de dárselo todo hecho… un punto intermedio sería ideal.
Como decíamos anteriormente, el hecho de evitar a toda costa que los niños se aburran, también evitará que los niños se paren a contemplar lo que tienen a su alrededor, o que se pierdan sus momentos de reflexión y divagación, algo que, tanto en niños como adultos, está más en desuso. Y es que, las nuevas tecnologías y la posibilidad de tener siempre a mano un dispositivo móvil, hace que esos momentos de “aburrimiento” sean reemplazos en unos segundos por una pantalla que nos sacará de ese estado.
Lo más habitual, cuando el niño se aburre, es que pida a los padres jugar al ordenador o a la consola, o ver la televisión. Si no lo consigue, su siguiente arma será montar una pataleta. Esto se solucionaría, si esos tiempos de ocio están limitados en tiempo. De esta forma cogerán una rutina de horarios y sabrán de ante mano que, ante el aburrimiento, deberán tomar otras medidas.
Imagen: “PictureYouth”