Parece fácil decirlo, pero que a los padres no les salten los nervios más de una vez al día, es algo realmente complicado. Los niños tienen una energía inagotable, siempre quieren más, y habitualmente quieren hacer lo que más les apetece en cada momento. Esto es normal, y saber templar los nervios para conseguir una meta en cada situación, a veces resulta complicado, especialmente cuando llega la noche y los padres llevan el cansancio acumulado.
Pero como venimos diciendo en anteriores entradas, hay que armarse de paciencia, primero porque los niños responderán mejor y, por tanto, será más fácil que hagan lo que se les está pidiendo. Y segundo, porque si se consiguen controlar los nervios, los propios padres también terminarán más relajados y reducirán el tiempo que necesitan para conseguir que el niño termine por hacerles caso.
Hablábamos que ante una situación en la que papá o mamá están a punto de perder la paciencia, lo mejor es sentarse, respirar y contar hasta 10. Esto suele funcionar. Pero, hay que tener en cuenta otros puntos como el de ser flexibles con los hijos, en la medida que se pueda. No siempre es posible hacer lo que quieren, pero si es lo fuera, no hay que negarles todo por sistema, ni hacer las cosas de la forma en que las hacen los padres.
Por ejemplo, si queremos que se acostumbre a poner la mesa, hay que dejarlo que lo haga a su modo. Después, le podemos preguntar por qué ha colocado las cosas de tal o cual forma, y escuchar su respuesta (siempre hay tiempo para enseñarle, si sus formas no resultan muy útiles). El simple hecho de hacerlo y de haber resuelto cómo hacerlo, ya es un gran paso y si se le elogia, la siguiente vez lo hará en cuanto los padres se lo digan.
Imagen: woodleywonderworks