Así, la falta de seguridad en sí mismos y la baja autoestima se traduce en un peor rendimiento escolar, además de problemas sociales, como aislamiento y dificultad para relacionarse con otros niños. Este bucle puede considerarse normal en el primer año de adaptación, pero debe ponerse en manos de un especialista si persiste en el tiempo o si da lugar a la aparición de dificultades en la relación con alguno de los progenitores.
Además del comportamiento y el talante de los padres, la edad de los niños y su propia personalidad son factores fundamentales que pueden determinar la aparición de posibles consecuencias del divorcio en los menores. Los niños con un temperamento fácil y sentido del humor, y con rasgos como la persistencia, responsabilidad o no influenciabilidad afrontan y se adaptan mejor al divorcio de los padres. Aquellos que son capaces de entender la naturaleza de la separación y la perciben como una vía de escape a un hogar hostil es más probable que se adapten sin problemas, frente a los que lo ven como la pérdida de un hogar seguro.
A menudo, el divorcio viene acompañado de acontecimientos estresantes para los niños, como el cambio de residencia o la dificultad de compatibilizar visitas y vida social. Por ello, la actitud que tomen los menores resulta fundamental para adaptarse bien a las nuevas circunstancias. Las evidencias indican que el afrontamiento activo se relaciona con un mejor ajuste psicológico de los hijos al divorcio.
Imagen: alternativedivorceguide
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