Si nuestros hijos pasan a formar parte de equipos deportivos, se deben someter a un grupo de reglas por doble partida, por un lado las propias del deporte practicado (las cuales deberán aprender y respetar), y en segundo lugar, las del propio equipo al que pertenecen (las cuales les harán saber que comparten un objetivo común y que una coordinación entre los jugadores del mismo equipo favorece en los resultados del conjunto).
Tanto padres (como los propios entrenadores), deben fomentar al máximo el compañerismo y la amistad entre los miembros del equipo, ya que un clima favorable hará todo más fácil. Es a partir de la pre-adolescencia, cuando la amistad va teniendo cada vez mayor importancia, llegando incluso las opiniones de los amigos a tener más valor que la de los padres. Por lo que hacer que los miembros de un mismo equipo, establezcan lazos de amistad, es primordial para el buen desarrollo de ese equipo, consiguiendo así una mayor coordinación y complicidad entre los integrantes del mismo.
Una norma también que hay que fomentar es, el sentimiento de camaradería con los miembros del equipo contrario, no haciendo verles como enemigos, sino como un compañero de juego con el que se comparte una misma afición. Evitando así la generación indebida de violencia, a la que son sometidos algunos participantes de deportes, sobre todo de contacto.
Sin duda que la práctica de cualquier tipo de deporte o actividad lúdica en familia, es una buena manera de fomentar lazos afectivos entre los miembros de la misma, así como de crear un clima de bienestar que favorecerá a todos los miembros del grupo.
Imagen: makelessnoise